Rincón dedicado a los manuscritos que rodean mi cabeza...

domingo, julio 19

cuento corto

... y le pesaban tanto los ojos, le ardian, que ya casi no podía ver. De todas formas la subio al auto, le dio un beso escalofriante y apretó el acelerador. Avanzaron calle arriba, allá, donde se perdia la alta colina. Donde ya no veia la costa. Ya no quedaba bencina en el tanque, ella sudaba, los vidrios se empañaron por el frio de esa mañana. Él, al intentar limpiar el vidrio para poder ver, aunque poco importaba ya, soltaba el volante y el auto perdía automaticamente el control. Ella se agarraba del asiento con fuerza. Cuando llegaron a la sima el auto se detubo. La miró fijo. Si se quería bajar este era el momento de hacerlo. Ella, hipnotizada lo miraba fijo, jadeante. Navegó otra vez en su oscura mente, llena de ramas y espinas. De amargos sabores, de pasados eternos, de futuros liciados... se parelizó, acarició su rostro, perdida en él como el primer día. ¿Cómo dejarlo seguir solo? era todo lo que tenía. Presionó con fuerza el acerelador. El taque ya estaba vacío, igual que su conciencia, y partieron calle abajo...


Todos los que estaban ahí en ese momento dijieron no haber visto nada. Nadie los concía, nadie lloro, nadie los extrañó jamás. El auto se sumergió en la costa.
No estaban ebrios, no estaban drogados. La depresion les consumió la vida, y después de dos intentos fallidos, esta vez debían conseguirlo. Ni siquiera el amor que ambos sentían los pudo salvar.

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