Rincón dedicado a los manuscritos que rodean mi cabeza...

domingo, enero 31

Parentesis


Tomó la corona de flores que puso sobre su cama y la sostuvo sobre su cabeza. Mientras se miraba al espejo, puso atención a todas las arrugas que invadían su rostro, y por primera vez sonrió al verlas. Logró ver en cada una de ellas los años que llevaba encima.Setenta años de experiencias, de actos que recordará por siempre. Y hoy a puertas del altar, donde pretende refugiar sus últimos días de vida, es cuando se siente mas viva que nunca. Completar un amor lisiado por tantos años. Hoy, después de todo lo sucedido en su vida, cree que puede empezar de nuevo junto al hombre que le devolvía la alegría, las fuerzas y el aliento. Junto al hombre que en pocos minutos le jurará amor eterno, protección incondicional, un futuro prospero y lleno de magia.
La hija, que por tantos años se impuso entre ella y su prometido, hoy la ayuda a maquillarse y la mira cabizbaja, intentando esquivar su mirada. Nunca creyó que pudiera ser así, que fuera ella quien ayudaría a vestir de novia a su madre después de años de la muerte de su padre. Nunca entendió la capacidad de amor que tenía. Que antes de ser madre de dos hijos y abuela de tres, era una mujer. Una que se paraba frente a la vida con la frente en alto. Siempre correcta y justa. Fuerte para sobrellevar un amor impedido por los seres que más amaba. Por la muerte de un esposo sostenedor de una familia, y ella ahí, teniendo que levantar una familia con el corazón roto, sin dinero y sin padre.
Sus labios, pintados de un rojo caoba, tímidos, pequeños, no albergaban mas que una enorme sonrisa. Al salir de la habitación su hijo la espera para llevarla al altar. Se miran sonrientes y orgullosos. Ella, porque ve en sus ojos el reflejo de su padre. Ve las lagrimas que fueron derramadas. Ve, que ha pesar de sus dolores hoy es el hombre que siempre quiso ser. Él, porque ella le enseñó lo que significa la palabra perseverancia, amor, respeto. Orgulloso de ser su hijo y mas aún, de tener el privilegio de llevarla al altar. Sabe que no podría estar en mejores manos. Sabe, que nadie podrá nunca reemplazar su pasado, pero si puede entregarle un futuro mas llevadero.
El novio. A los pies del altar la mira conmovido. La mujer de su vida viste un vestido hermoso, tal como la imagino el primer día. Tal cual fueron sus sueños de adolescente. Que importaba ya todo el tiempo. Que importaba que la tuviera que esperar por casi veinticinco años, si siempre fue suya, él lo sabía. En el fondo de su corazón siempre existió este día. Ya no estará más solo.
Mientras camina lento por el pasillo hasta llegar al altar, le gente, algunos invitados y familiares, se ponen de pie, ella siente que la barrera de gente que se interpuso durante años hoy le habre paso al paraíso, a una vida menos solitaria y mas placentera. Hoy, al fin comprendieron el amor. Que no existe la edad cuando se quiere tener vida compartida. Cuando se quiere despertar por la mañana y ver el rostro sonriente de alguien que durmió placidamente a tu lado. Que no importan más la familia si algún día ellos se irán y no queden tardes de descanso y recuerdos con quien compartir. Que de nada sirve tener una vida si no la puedes dedicar. No sirve tener un montón de alegría si nadie se sentirá feliz de verte sonreír. Que la vida se acabará un día, y ese día, el día del final, solo quieres descansar sabiendo que a tu lado esta la persona que mejor te entiende, que comprende lo que significa cerrar los ojos y dormir en paz.

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