Rincón dedicado a los manuscritos que rodean mi cabeza...

lunes, febrero 16

Los hombres si lloran, pero los payasos no!


Hoy me llevaron al circo. Esperé toda la mañana por la llegada de mi padre de la oficina para llevarnos al circo que visita la ciudad. Nunca pensé que las horas duraran tanto, parecía que alguien con una fuerza mayor jugára con mis ansias y llenara de más minutos las horas que faltaban para llegar a esa carpa gigante de colores que tanto nos gusta. La Elo estuvo pegada a la ventana con sus manitos empañadas marcadas en el vidrio de la ventana que dá a la calle que deja ver si desde la esquina se asoman las luces apagadas del auto de mi papá. Siempre pensé - y mamá también - que es un horrible hábito comerse las uñas, y ahora yo, de forma irrisoria, las comía sin conseguir parar. Cuando la Elo dió ese salto y agarró su chaqueta supe que ahí estaba, esperandonos para ir. Abrimos la puerta y corrimos al auto mientras mi mamá nos gritaba que nos calmásemos. No alcanzó a parar ni el motor del auto y partimos. Desde la distancia se veía la punta de la carpa con esas banderitas de colores. Flameaban hipnotizantes, como llamándonos hacia ellas. Estaba lleno de gente, niños de todas las edades, comiendo golosinas de todos los tipos posibles, algodones de azúcar, rosados, morados, amarillos, celestes y verdes, paletas grandes, chicas, con formas de corazón, ratones, palomas, payasos, gatos y patos, cabritas saldas y dulces en paquetes de todos los tamaños. Chicles que pintan la lengua, chocolates que no se derriten, y helados con sabor a ajo. Mi hermana en los hombros de mi padre lamía la paleta rosada con cara de gato mirando asombrada a todo el mundo. Yo de la mano de mi mamá miraba al interior de la carpa para ver. De un costado estaban los animales, elefantes, tigres, camellos y ponies eran los reyes de la fiesta. Un cartel gigante frente a las jaulas decía " Por favor, no alimentar a los animales" y más abajo mencionaba las causas. Es extraño que con tal advertencia la gente siguiera lanzando cabritas y maní en las jaulas de los monos. Cuando acabamos de comprar las entradas buscamos un buen asiento para ver lo mejor posible los chistes de los payasos, los malabares de los niños chinos y hazañas de los domadores. En el otro costado de la carpa estaban los remolques de la gente del circo, había un payaso sentado en un borde solo. Con esa gran peluca que magsificaba su cabeza naranja secaba sus lágrimas sin notar que corría su maquillaje tan prolijo y felíz. Llamó mi atención más que cualquier personaje del circo, más que la mujer barbuda ( recuerdo que la primera véz que la ví tuve la confusión de no saber si era mujer u hombre, se parecía tanto a mi profesor de mate y a mi tía Sóila que no conseguía separar aquellos mostachos de su rostro para verla como una mujer ) más que ese hombre pequeño o el mono que cantaba. Me dije - Martín, los hombres sí lloran, pero los payasos no!.- Podía consevir la idea de que mi padre llorara, que yo llorara cuando me apretaba un dedo, o cuando me castigaban, injustamente claro. Pero no que un payaso llorara. ¿Cómo podían hacer reír si lloraban? Me sorprendí aún más cuando lo ví haciendo esa rutina. Se reía y dijo cuando terminó la rutina "El show debe continuar". Todos soltaron aplausos. Yo me quedé sentado. Descubrí entonces que no le gustaba lo que hacía, a él no le gustaba ser payaso. Tal vés quería ser trapesista, o domador o tal ves no quería estar en el circo. Después de eso ningún número llamó mi atención. Dede entonces no voy al circo, no me gusta ver a la gente sufrir...

2 comentarios:

Saquefunk dijo...

y Sí.. los payasos también lloran, lo triste es pensar en quién puede hacerlos reir, no?

saludos!

PD: *Hipnotizar, *esperándonos, *azúcar,*vez, *confusión.

JoO!! dijo...

tú y tu increible necesidad por poner corregir mis errores...


eso no se te pasa.... ajjajajaja!