Rincón dedicado a los manuscritos que rodean mi cabeza...

viernes, febrero 4

Extracto de un viejo cuento...


"Esperó que volviera y le dijera que la amaba. Que gracias a ella él había vuelto, que Laura no había sido todo, que la necesitaba con él. Gustavo fue a recoger sus cosas para enviárselas a Madrid. Esa misma tarde Gail se enteró del viaje. Estaba sentada en la entrada del edificio y lloraba. Cuando Gustavo la vio supo que ella necesitaba de lo que el tenía durante tanto tiempo guardado para ella. Ahí fue cuando el amor entre ambos surgió. Ella, consiguió albergarse en él y así calmar la ausencia de Damián. Sospechó que no volvería y esperarlo seria tan absurdo como evitar sentirse amada. Para el fue fácil. La huida de Damián, porque él si entendía que escapaba, le dio la oportunidad de conquistar a Gaíl.

Nada fue fácil para ninguno de los tres. Nada fue simple en Madrid. Nunca fue sencillo borrar de la memoria el recuerdo vivo y latente de aquel hombre de la mente vacía. Ese hombre sin identidad, sin deseos, sin sueños. Solo plagado de demonios sobrevivientes a la represión de años de carroña literaria. Un imitador de emociones ajenas. Un orador de frases repetidas. Vaciado por completo. La identidad se forma con la recolección de situaciones, de hechos que algún día fueron motivo de aprendizaje, aquellas cosas que si valían la pena guardar. Es una vida, una historia contada en primera persona, que retrata a ciencia cierta la verdad. Cuando no hay nada, cuando todo aquello que te hizo ser la persona que eres desaparece, cuando se borran años de vida, cuando no hay siquiera letras para formar palabras, para poder decir una plegaria, un declaración de amor, para pronunciar el nombre de quien mas placer causa en ti. Cuando eso sucede, te convierte en Damián, un hombre oscuro, errante, declarado muerto de mente y vivo de carne. Ya no existía, desaparecía y se aferraba a las letras para volver a nacer, volver a vivir. Si no podía hacer lo que de verdad siempre soñó, como volvería a vivir, ¿Tendría sentido ya existir?

¡Alto!- le gritó Gaíl cuando cruzó la calle y no miró hacia ninguna parte. Había salido en la mañana temprano con la intención de salir con Gaíl, contarle lo que había pasado con él durante estos ocho años lejos. Contarle lo que su libro no decía, hablarle de esa parte que no se atrevió a escribir y que la involucraba directamente a ella. Se encontraron en la calle. Le gritó para que lo viera y dejara de caminar. Ella no escucho. Paró cuando la luz del semáforo le dio rojo. El freno de un auto la hizo voltear rápidamente. Un escalofrió la inundo, como si su cuerpo sospechara lo que se venia y la anteponía, esa alerta siempre presente de los que aman a la distancia. Damián sonreía, con los ojos brillantes, sonreía como no lo había hecho en años. Una sonrisa llena de esperanza. Cuando encontró sus ojos, cruzó la calle sin pensar en nada. El semáforo cambio de color, y se abalanzo hacia ella para recibirla en un abrazo, ella intentó correr para que se detuviera, pero el color azul de aquel auto nubló su vista y se estrelló sobre Damián.

No sintió nada. Fue todo tan rápido que el piso solo lo recibió. Cuando Gaíl lo tomo en los brazos él lloro, no porque muriera, de todas formas vivió muchos años muerto en el psiquiatra, lloro porque al fin creyó que descansaría de verdad. Al fin, llegaría a esa estancia de paz que por muchos años persiguió y creía encontrar en las letras. La mirada se le extinguió lentamente y esa fue su despedida.

En su tumba una placa de mármol brillante adorna el pasto del cementerio. Su nombre con letras grandes anuncian su fecha de nacimiento y muerte. Más abajo una frase escrita entre comillas. “Tus palabras siempre te traerán de regreso a la vida.” "





Just like star across my sky..

Corinne Bailey Rae.

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