Hay tantas cosas que detesto de ti. Tu indiferencia, tu pequeño egoísmo de crear tu propio mundo interno sin que yo tenga que ver en el. Detesto tus mañas, tus gesto cuando algo te parece incoherente, tus celos infundados y tus ruidos al limpiarte los dientes haciendo un leve silbido. Detesto tus silencios, tus porfias y tus constantes "y que?", "por que?", "y?"...
Odio el mar y todo lo que tenga agua. Porque te aleja de mí, te lleva no se dónde, te roba de mí, del mundo, de nuestro mundo para ser sólo tú. Y entonces, ahí, en esa inmensidad, es donde eres completamente libre, es cuando realmente eres feliz. No es un "alguien", no es familia, no soy yo. Es tu puto mar lo que te hace feliz y te desprende de mis entrañas, de mi cuerpo y de este enorme castillo que es el "nosotros" que ciertamente ya no sé lo que es...
No puedo amarrarte, ni cambiarte ni mucho menos intentar explicarte mis ideas sin que las cuestiones. No puedo intentar ser quien soy sin que eso te repela aún más... No puedo incluso dejar de sentirme sola estando permanentemente contigo... Raro. Mal. Tienes ese "don" de hacer sentir sola a la gente que te rodea...pero te amo... Una y otra vez, tanto así que puedo soportar todas esas cosas, suprimir mi escandalosa e incomprendida forma de ser, mis actos más melosos y tiernos, mis rollos existenciales y mi querida autosuficiencia... Te amo tanto así, que no importa que no hables, que no me mires con cara de amor o esas cosas, tanto tanto así, que soporto tu olor a pies y esa forma extraña que tienes tu de hacerme sentir inferior...
Ya no te sigo, ya no te espero, sólo te acompaño. Me hace amarte más en paz, menos sufrido, menos doloroso. Vivo más tranquila, y parece gustarte. Porque no quiero más reconciliaciones sabes? Al final terminan por aburrir, agotan... Eso, no me quiero reconciliar más...
Es extraño descubrir que me he pasado gran parte de mi vida esperando que sucedan cosas que nunca sucedieron...
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